Alisson da Paz dice estar obsesionado con las paradas de autobús. “Concentran los mayores índices de pérdida de tiempo de la periferia”, suele decir. De esta obsesión suya nació hace unos meses el proyecto Correspondência Poética: junto a su amiga Michelle Correa –más tarde el equipo iría creciendo-, comenzaron a escribir a mano poemas, para regalarlos en las paradas del colectivo de la metrópoli paulistana.
Era un modo de amenizar el viaje a los trabajadores de la periferia, embarcados en su agotador periplo diario hacia el centro de la ciudad, y al mismo tiempo acercarles a la poesía de la mano de un objeto hermoso en sí mismo: los poemas se escriben sobre papeles reciclados de colores y el hecho de estar manuscritos sugiere a quien lo recibe que se trata de algo especialmente hecho para él. Y, como la mayoría de los poemas son de autores periféricos, “hablan el lenguaje del pueblo”, en palabras de Alisson. De ahí que muchas personas que nunca se habían acercado a la literatura descubran que la poesía puede ser algo mucho más cercano a ellos de lo que habían imaginado.
La vehemencia de Alisson es arrolladora, chispeante. “Muchos mostraban su reserva cuando les entregábamos el pergamino, creían que queríamos algo a cambio. Será que la gente no está acostumbrada a recibir regalos”, cuenta. Es quizá el más personal de los proyectos en los que está embarcado. Porque si algo no faltan son ideas en la periferia sur de São Paulo. Los saraos de poesía han crecido hasta conformar todo un movimiento social y cultural de muchas aristas: mientras las poesías escritas a mano por Michelle son entregadas en las improvisadas marquesinas de Campo Limpo, la bicicloteca de su amigo Binho recorre esos mismos lugares repartiendo libros. Porque, como dice Alisson, el conocimiento tiene que estar en circulación. La poesía debe estar en movimiento.
Era un modo de amenizar el viaje a los trabajadores de la periferia, embarcados en su agotador periplo diario hacia el centro de la ciudad, y al mismo tiempo acercarles a la poesía de la mano de un objeto hermoso en sí mismo: los poemas se escriben sobre papeles reciclados de colores y el hecho de estar manuscritos sugiere a quien lo recibe que se trata de algo especialmente hecho para él. Y, como la mayoría de los poemas son de autores periféricos, “hablan el lenguaje del pueblo”, en palabras de Alisson. De ahí que muchas personas que nunca se habían acercado a la literatura descubran que la poesía puede ser algo mucho más cercano a ellos de lo que habían imaginado.
La vehemencia de Alisson es arrolladora, chispeante. “Muchos mostraban su reserva cuando les entregábamos el pergamino, creían que queríamos algo a cambio. Será que la gente no está acostumbrada a recibir regalos”, cuenta. Es quizá el más personal de los proyectos en los que está embarcado. Porque si algo no faltan son ideas en la periferia sur de São Paulo. Los saraos de poesía han crecido hasta conformar todo un movimiento social y cultural de muchas aristas: mientras las poesías escritas a mano por Michelle son entregadas en las improvisadas marquesinas de Campo Limpo, la bicicloteca de su amigo Binho recorre esos mismos lugares repartiendo libros. Porque, como dice Alisson, el conocimiento tiene que estar en circulación. La poesía debe estar en movimiento.
Por Nazaret Castro - Correspondente Poética
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